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La casa de los mil espejos.

La casa de los espejos
En un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semiabierta; lentamente entró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000 perritos mas observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrío y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que ¡los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él! Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo:
“¡Que lugar tan agradable!, voy a venir más seguido a visitarlo!”
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio, pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva. Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio como los 1000 perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también a él. Cuando este perrito salió del cuarto pensó:
“¡Que lugar tan horrible es éste!, nunca más volveré a entrar!”
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía “La casa de los 1000 espejos”.
Varias veces he escuchado que “todos los rostros del mundo son espejos”.
Cómo te gustaría enfrentar al mundo, decides cual rostro mostrar decidirás llevarlo por dentro.
“Sonríe a la vida para que ésta te regale su mejor cara…
No eres responsable de la cara que tienes, eres responsable de la cara que pones”

El tazón de madera



El Tazón De Madera
PARA REFLEXIONAR:
El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
-Tenemos que hacer algo con el abuelo, dijo el hijo. -Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo.
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio.
Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: -¿Qué estás haciendo?
Con la misma dulzura el niño le contestó: -Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir.
He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.
He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.
He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.
La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir.