Me parece muy loable que los cronistas otorguen premios y reconocimientos a los artistas que han hecho algo meritorio. Los premios son un incentivo para continuar trabajando. El Soberano viene siendo nuestro Grammys dominicano. No obstante, Acroarte todavía no ha podido superar los errores e injusticias que cada año sucede en los mismos. Y a pesar que después que se otorgan los premios los mismos cronistas señalan los errores cometidos, aun así la historia se vuelve a repetir año tras año.
Uno de los cronistas más capacitados que cuenta el país, el periodista Joseph Cáceres, es uno que de manera muy profesional señala los errores e injusticias que hay en la entrega de los Soberanos. Y todo para que en el próximo evento no se vuelva a cometer los mismos errores y se hagan los correctivos de lugar.
Desgraciadamente el presidente de turno de Acroarte, el periodista Máximo Jiménez - no le gusta que le cuestionen las decisiones que toma en la institución. Al parecer al bendito señor no le interesa que el evento se depure y se corrijan las cosas indebidas. De ahí que había amezado con tomar medidas disciplinarias en contra de cualquier miembro de Acroarte que cuestionara las barbaridades que se han hecho en su mandato.
Y ya empezó a tomar represalias al expulsar y sancionar a cinco cronista de arte. Y empezó expulsando al mejor cronista de arte que cuenta el país: Joseph Cáceres. ¿Cual es la razón de la expulsión? sencillamente que Máximo Jiménez no tolera la libre expresión. El no acepta cuestionamiento de su gestión.
Máximo Jiménez, a pesar de ser un periodista, es enemigo de la libertad de expresión y el derecho a disentir y cuestionar que tiene todo ser humano. El periodista en cuestión pareciera que se hubiese formado en un país comunista, donde nadie puede preguntar ni cuestionar lo que hace el gobierno, porque el comunismo no tolera la libertad de ideas. De tal manera que la gente aprende a callar lo que piensa por temor a las represalias. Conozco a varios cubanos que por el simple hecho de tener en su casa una vieja máquina de escribir, las autoridades fueron a sus casas y le incautaron las máquinas y lo apresaron.
Y Máximo Jiménez sigue esa misma política:cero tolerancia y ningún cuestionamiento a su gestión. Al parecer no le importa que Acroarte se supere y que se hagan las cosas más profesionalmente y que el Soberano se gane el respeto del publico. Máximo está pensando más en su persona y prestigio que en la institución que preside.
Gracias a Dios que su mandato ya pronto expira. Y se retira haciendo las peores burradas que puede hacer un presidente en una institución. Esperamos que con esta amarga y fatal experiencia que ha tenido Acroarte, que sus miembros aprendan la lección: Tener cuidado a quien eligen como presidente de la institución. De todos modos queda la interrogante en pie ¿Aprenderan los cronistas de arte la lección? Solo el tiempo darà la respuestas.