Siempre recuerdo las famosas marchantas que iban de los campos cercanos, montadas en su burro, vendiendo víveres y vegetales. Estas señoras salian de madrugadas para estar temprano en la ciudad. Recuerdo que había una vecina que le gustaba "regatiar"y a lo último la marchanta cedía, para no llevarse los vegetales de vuelta a su casa.
Habia otra que pasaba como a la cinco de la mañana. La señora tenía buena voz para vender. Recuerdo que decia: "Lleeeevo hígado"... y Lleeeeevo mondongo". Mi madre era una de sus clientas, porque ella sufría de los nervios y alguien le dijo que el hígado era muy bueno para el sistema nervioso. Y con el tiempo mi madre se mejoró bastante.
Más tarde pasaba otro. Este tapaba ollas y sartenes y jarros. Y por último pasaba el que arreglaba sombrillas y paraguas. Es admirable cómo las personas se las ingeniaban para buscarse un oficio. Aunque no sé cómo se las arreglaban para vivir con tan poca entrada.
Como hace bastante tiempo que no voy a Santo domingo, no sé si las marchantas y demás todavía andan recorriendo las calles brindando sus servicios.
Para los que estamos lejos de la tierra que nos vió nacer, estas viviencias cobran mucho significado, aunque para los que viven allá, quizás no tenga ninguna importancia.